Justo antes del ataque, en medio de la noche, nuestro Teniente Coronel Fraser se encuentra en una de las baterías controlando el fuego que se está realizando contra las brechas y las defensas que los franceses están tratando de improvisar continuamente. De repente una enorme explosión interrumpe la cotidianeidad del trabajo. Todo se vuelve silencioso. Dejemos a Fraser que nos lo explique personalmente.
No se habían repuesto de aún de este percance, cuando entraron en la batería de Fraser Sir George Collier, que mandaba la escuadra de bloqueo, con el Capitán Taylor, de la H.M.S. "Sparrow". Su intención era la de ser testigos del ataque, pero no habían pasado más que unos pocos minutos cuando un nuevo proyectil golpeó fuertemente a Taylor, ocasionándole un profundo corte en la cabeza y la fractura de una pierna. Lamentablemente para él, esta le será amputada al día siguiente.
La distancia a recorrer entre las trincheras y las brechas era aproximadamente de unos 300 metros, a través de una superficie dominada por las fortificaciones del hornabeque y del bastión de Santiago en el frente de tierra, y por el bastión de San Telmo, casi en la falda del monte. El terreno por el que se desarrollaría el ataque era muy resbaladizo como consecuencia de los musgos existentes en las rocas marinas, afloradas en la baja mar, y lleno de pequeñas lagunas y estanques que dificultarían notablemente la realización de las maniobras de manera ordenada y conjuntada.
Los muros del baluarte de Santiago estaban seriamente dañados, pero mantenían la fortificación en activo. Lo mismo pasaba con las torres de Hornos y de Amézqueta, que aunque se encontraban muy afectadas, estaban lejos de ser ruinas. Estos centros estratégicos fueron guarnecidos con fusileros y tropas de élite, hecho que aumentaría las dificultades del ataque aliado.
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