1720

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1720 - La heroica hazaña del capitán donostiarra
Pedro Agustín de Aguirre A los diecisiete días del mes de Abril de 1720 partió del
Ferrol una escuadra, con objeto de llevar a cabo una expedición oficial a determinado punto de América del Sur.
Uno de estos navios, que estaba al mando del capitán don
Pablo Agustín de Aguirre, hijo de esta ciudad de San Sebastián, se denominaba «Princesa- y contaba setenta cañones.
A los dos días sufría dicho navio averías muy serias; se íe
desarboló el mastelero de la gabia, desconcertándose, con este
accidente, el palo mayor.
El contratiempo resultó irreparable en alta mar y el capitán
Aguirre intentó arribar al punto de partida, con objeto de reparar el percance.
En efecto: el donostiarra Aguirre puso proa al Ferrol, pero
no le fué posible alcanzar a su debido tiempo tierra a causa de
los vientos contrarios y por la marejada que sobrevino del Noroeste.
En esta situación, a la altura de la isla Cizarga y del Cabo
Ortegal vióse sorprendido el «Princesa» por tres navios Ingleses, el menor de setenta cañones, llamados «Oxford», «Kení» y
«Leonor», mandados, respectivamente, por lord Fitios, lord
Dun y lord Waine.
Y ahora viene la famosa fecha con que encabezamos estas
líneas. A las ocho de la mañana del mismo día y año, se acercaron
los tres poderosos buques ingleses que. formándose en línea
de combote, empezaron a descargar sobre el «Princesa» un
continuado y vigoroso cañoneo, defendiéndose el barco español con asombro de (as triplicadas fuerzas británicas.
El «Princesa» sufrió en fos primeros momentos de fa acometida la pérdida del mastelero de proa, pero a pesar de (os
repetidos efectos de la superioridad de fuerzas de los ingleses
y de la extraordinaria desigualdad del combate, don Pablo
Agustín de Aguirre aguantó, con incomparable valor y serenidad pasmosa, hasta las tres de la farde, habiendo conseguido
dejar fuera de combate al navio «Oxford», por haberle destrozado (a quilla los tiros del «Princesa».
También logró el «Princesa» averiar al «Kenf», de suerte
que dos navios enemigos estaban, si no deshechos, en bastante
mal estado de continuar la lucha con el barco de Aguirre.
En vista del aspecto que iba tomando para los ingleses aquel
combate, celebraron consejo los comandantes de la escuadra
inglesa, por medio de bocinas, resolviendo atacar al «Princesa»
por el lado de popa, lo cual hicieron con ilimitada furia hasta la
caída de la tarde. El blanco que del navio español hizo la flota enemiga, fué
terrible, sus andanadas vomitaron sin cesar fuego y plomo certero sobre eí barco del donostiarra Aguirre.
La tripulación de la embarcación española se mantenía sublime; el timón del «Princesa» ya no podía maniobrar; toda su
arboladura se había desgajado, ya ni tenía aparejos ni nada que
hiciera mover el barco.
Imposible la duración de semejante situación. Aguirre habla
apurado todos los extremos esfuerzos de su grandiosa resistencia, y llegó el momento supremo de echar a pique el «Princesa; pero antes, quiso Aguirre conocer el parecer de su oficialidad, y por mayoría de votos, se resolvió rendirse a la bandera inglesa. Eí «Princesa» no era más que una ruina, y ni
municiones, ni absolutamente nada, había a bordo que prestara
defensa para prolongar unos segundos tan crítico momento.
Los ingleses se apoderaron del navio español, cuya cubierta estaba en tal estado que el agua iba enseñoreándose por
toda la obra, por (o cual se tuvo que reparar algún tanto, para
que no quedase sepultado en el mar.
La escuadra inglesa con los prisioneros españoles, llegó a
Plimouth el 8 de Mayo llevando remolcado el «Princesa».
La corte de Londres recibió al capitán Aguirre y a toda su
oficialidad con regia grandeza, pues en toda Inglaterra causó
asombro el valor y coraje con que hicieron frente al empuje de
la flota británica.
El «Princesa» tuvo ciento cincuenta muertos. (......)
(SAN SEBASTIÁN . Revista anual ilustrada (1943)) |
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