La noche, preludio del gran ataque es tormentosa, con violentos chaparrones acompañados de terribles relámpagos.
A las dos de la mañana los ingenieros británicos explotan las tres minas preparadas. La explosión de la primera hace que se desplome completamente la pared del mar. Los cráteres de cada una de las explosiones tienen 30 pies de diámetro aproximadamente. Las tropas de zapadores y mineros trabajan para unirlas con trincheras improvisadas. Con estas explosiones se han conseguido varios objetivos. El primero sería la anulación de cualquier ingenio o mina preparada para explotar cuando ataquen las columnas aliadas. La segunda es acortar el espacio sin protección alguna que tienen que recorrer las columnas. Los cráteres son aprovechados como prolongación de las trincheras. Todas las paredes de las trincheras expuestas al fuego francés son reforzadas con gaviones de seis pies de alto y tres de diámetro. Las columnas estarán protegidas tras ellos esperando la señal de ataque.
En las zonas más adelantadas se sitúan estratégicamente tiradores selectos. Todas las posiciones adelantadas están ocupadas por expertos fusileros, que se encargarán de disparar sobre cualquier defensor que aparezca sobre las defensas de la ciudad.
Hay un nerviosismo lógico, una ansiedad que se ve incrementada por la falta de noticias sobre el ataque de Soult en la frontera. El día asoma. La luz se va apoderando de todos los rincones lentamente. Ilumina los rostros de los actores, con sus duras facciones, preparados para realizar su dramático papel. Los uniformes encarnados lo dominan todo. Los galones brillan, lo mismo que el acero de las armas. Va a ser una sangrienta representación. Todo está preparado para que comience la tragedia.
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